Oh, violín, ¿por qué de tus cuerdas ya no suena ninguna?
Sobre tu cuello solo hay dedos torpes y sin experiencia alguna.
¿Eres tú quien llora, violín,
o es el alma del violinista que se deshace cual hielo?
Dedos rígidos e inmutables están esperando,
se han vuelto incapaces de seguir tocando.
Hoy tú llevas la batuta,
pues el violinista está perdido,
ya no hay sinfonía, ni obertura,
sino solo aquel último Do.