¡A este recuerdo que agita mi mente
-mientras que mi justo enfado se duerme,
infelíz, bajo tu alegría inerme-,
traté ahogar desesperadamente!
Del pensamiento, un eterno demente
-que a tu belleza sucumbe estancado
y jamás olvida el númen alado-,
surge tu voz evocadoramente...
De verte mi deseo vence al ego,
esta medida de ánimo se llena
y de odio al amor regresa el trasiego.
No grabaste al fín en mí huella serena;
¡Debes amar mi locura, que ciego
me arrebata a vivir con mi alma plena!