Un día, me dispuse a salir
para encontrarme de nuevo
con lo invisible del mundo.
Nada esperaba, y mira que..
aun tenía esperanza,
pero era sólo como el moribundo
que intenta evadir
el final que le aguarda.
Al otro lado, una orilla opuesta
que también termina
con el mismo mar
donde tú nadabas.
La noche se hizo larga,
quería que volviera a amanecer
y mientras la madrugada
hacia de las suyas
con mi subconsciente,
en balancines de papel
jugagaba tu cuerpo que
a pesar de la fragilidad
no se podía romper;
Tuve esa sensación
de que eras simplemente tú.
De aquella caja acerada,
polvorienta y olvidada,
saqué las promesas y los te quieros
y los defendí con mi mano,
como un niño defiende sus estampas,
hasta que pude dartelos..
...y te los di.
Te hice una pregunta
con aires de reproche:
-¿donde has estado
todo este tiempo?-
Después arranqué mis pasos
y se me olvidó que un día
fui aliado del pánico.
¿Que Dios existe?
!vaya que si existe¡
En la torpeza
de mis pasos exhaustos,
tropecé con tu cuerpo
de carne y hueso.
Venías en misión que ya
no era secreta para mí.
Tu destino, mi corazón,
tu jefe, mi Dios..
Ahora, vivo pensando
en tu sonrisa y en tus caricias,
que son del viento mi quietud.
!que más puedo pedir!
Hombre afortunado
al que se le ha descorchado
el buen vino al final.
Brindaré, brindaré hoy con él,
porque a pesar del tiempo,
mujer, yo ya te encontré.