Eran como las seis de la tarde,
el cielo se fue poniendo oscuro, oscuro
la luna curiosa estaba del otro lado
y con uno de sus puntiagudos cuernitos
empezó a hacer un hoyito.
Giraba y giraba como un tornillo
hasta que rompió el tapiz del cielo.
Emocionada, la luna se asomó
quedó maravillada viendo la tierra
redonda, azul, llena de vida;
entonces, metió un cuernito primero
después el otro, cruzó la noche.
Se sintió libre y desprendida,
caminó lentamente de este a oeste
fue descubriendo ciudades grandes
pueblos pequeños, lagos, volcanes
ríos que corrían como serpientes alegres
por en medio de los frondosos árboles;
montañas blancas, montañas verdes
pájaros en sus nidos, niños en sus camas
mares espumosos acunando a las playas
y arriba de todo, las nubes esponjadas
que ella iba pisando delicadamente.
Fueron pasando las horas y ella
paseaba tan feliz que no supo cuando
llegó el sol con su cabello rubio
y convirtió la oscura noche en el día claro,
corrió entonces la luna a buscar refugio
con su cuernito hizo de nuevo un agujero,
cruzó el día, se metió en su cama de plata
y mientras dormía soñaba
con volver a ver lo que había visto
cuando al hacer un hoyito en el cielo
descubrió el planeta azul y mágico
que la llenó de luz, de miel y de poesía.
Desde entonces, todas las noches la luna
hace un hoyito y viene a la Tierra
y en cada hoyito que deja se asoma una estrella.
©Vicky Toledo