La noche tibia,
el agua azul,
los dedos en el infinito,
la arena en el alma,
la piel dócil
bajo el silencio
de la luna.
Bajo el amor
de la estrella grande,
está la Madre,
la de brazos cansados
bajo la rutina
de jabón y platos.
El Hermano está ahí,
como aliento,
como roca que sostiene,.
Los dos la recuerdan
y el dinero
no alcanza.
La Hija toca el agua,
suspira,
todos la saludan,
¡tiempo sin verla!
Es libre,
sin paredes,
lejos de la cama.
¡Hola, Niña!
¡Qué hermosa!
Los vecinos,
la calle,
besos en la mejilla,
la locura,
esa alegría,
algunas lágrimas,
mi Hija
salió del cuarto,
en su silla,
es cierto,
todos la besan.
La felicidad
es tan simple
como las manos
de una Madre.
Todo es bondad,
la Madre,
el Hermano,
se vacían,
como fuentes
de esperanza,
lo donan todo,
como la lluvia
y las flores.
Yo recojo
esas bondades,
y las junto
con el amor
de tantas manos
que ayudan,
y sin embargo,
nada alcanza.
Mi hija se despide,
la sonrisa,
¡Qué Dios la bendiga!
¡Si parece un ángel!
Todo vale por Ella,
el sol,
la estrella grande,
todo vale por Ella.
Quedaré seco,
como riachuelo
abandonado.
¡Juro que mi Ángel
extenderá sus alas!