Al amparo de lo que percibo y no percibo
conviviendo con la certidumbre de un sendero trunco
con gritos estentóreos que se absorben en el aire
y la censura implícita a ademanes íntimos
y las palabras rescatadas del jardin de los dioses
que tus ojos desvían a austero destino.
Tales augurios me sacuden del letargo
y van emergiendo mis ojos de la niebla,
en tanto la realidad es una mueca iridiscente,
y lo que queda al final en el cedazo de una miríada
de sensaciones encontradas
es la conclusión que me desgarra y a la vez me sana,
debo liberarme de tu amor.