En el satén de tus cabellos canos se ha plasmado ya… “la fortaleza”.
¡Madre!... dulzura y delicadeza… ¡Madre!... eterna devoción me dan tus manos.
Cuantas veces yo, aquel niño extraño…buscó la quietud en tu regazo… aferrado a la dicha de tus brazos,
fue creciendo sin percibir los años.
Madre…
Y tú que me hablabas del tiempo, con la finura de tus sabias palabras.
¡Cuántas veces pedí que te callaras!
¡Cuántas veces ignoré tus consejos!
Y mírame… Madre…voy a viejo, abrazando a las simientes de mi pecho…
Mi corazón de niño está deshecho
¡Si supieras mamá como te extraño!