¿No sufras, dices?
Porqué.
¿Porqué no sufrir?
Huyo del dolor como de la peste…y no lo puedo evitar.
La sociedad me grita:
¡No sufras! ¡Sé feliz!
Trabaja, lucha, tú puedes.
Lee libros de superación.
Cree en Dios, El quiere lo mejor para ti.
No venimos a este mundo a sufrir.
El sentido de la vida es la felicidad...
Nobles ideales, bien intencionados.
Pero…
¿Qué es la vida sino un formidable repertorio
de penas y tribulaciones?
En el gran drama de la vida:
los seres queridos mueren inexorablemente,
pierdo ese buen empleo,
aparece la terrible enfermedad,
no alcanzo el triunfo anhelado,
la persona que amo me deja por otra.
¿Y entonces qué?
Me quiero morir.
Pido la eutanasia para no sentir el dolor,
y muero clamando felicidad.
Es el dolor y sufrimiento el crisol purificador del espíritu.
En yunques de dolorosas experiencias
es vencida la imperiosa voluntad humana
para entregarla a la misericordiosa voluntad divina.
El calvario
es el camino de la resurrección a una nueva vida
pasando por la crucifixión y muerte de la que no sirve.
Es el dolor la bendición del creador
para que la naturaleza débil e inferior,
se transforme en el poder humilde
que se sobrepone al mísero orgullo.
Es la esencia de la vida recibir el dolor,
asumir el dolor y enfrentar el dolor,
como el medio que convierte el egoísmo en utilidad,
y ser útil me hace feliz.
Y entonces puedo vivir y morir en paz, conmigo mismo, con los demás y con Dios.
¿No sufras, dices?
Huyo del dolor como de la peste… y se intensifica aún más...