Mis manos acarician tus cuerdas
como si fueran el arpa de la vida,
mis dedos tejen arpegios,
acordes y crescendos
de insondable belleza,
mientras tu boca desgrana
el más hermoso canto
que gozar pueda un hombre.
Mis labios entonan su plegaria
arrullando tus pechos,
navegando por tu mágica cueva,
tejiendo con tu lengua tapices perfumados
que oscurecen el cielo.
Mis ojos leen la hermosa partitura
escrita en tu piel con pluma temblorosa
y recorren tu cuerpo como peregrinos
buscando a dios en tus paisajes
explorando tus selvas,
bautizando tus fuentes,
comulgando tu lengua consagrada
y entregando mi cuerpo al sacrificio
de tus bocas de fuego.