A veces todos mis huesos se rompen,
mi pobre corazón se encoge de dolor,
la amargura llega sin pedir auxilio ni desdén,
y me embriago con el vino del desamor.
Es difícil no llorar en las tardes de lluvia,
cuando las gotas golpean los cristales,
y los recuerdos llegan a mi alma,
busco refugio y calor en las letras.
Mi perro es testigo de las lágrimas,
que se pierden en el aire y el olvido,
al compás de una canción sin sentido.
Otras veces aunque no pueda verlo,
ni escucharlo en el momento indicado,
lo único que me aferro es abrazarlo.
Autora: Azucena Ibatá
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