Cuado fui a Granada la mayor maravilla,
no fueron sus jardines ni su famoso palacio,
fue el soñar despierto andando despacio,
vi cerca del cielo la nieve y su fulgor que brilla.
Para un niño ver la nieve allá arriba en la montaña,
es como viajar a un país de ensueño,
esa visión es parte de mi vida, soy su dueño,
desde este rincón mágico empezé a amar España.
Desde las cuevas del Sacromonte,
y desde el alto del Abaicín,
vemos el pico nevado del Mulhacén al fondo.
Granada del sur muestra la nieve del norte,
el embrujo de la ciudad no tiene fin,
con un río que esconde oro en lo hondo.