No sé que escribir;
simplemente, dejo que mis manos
toquen cada tecla del computador,
para revivir cada momento
e intentar recrear un amor lejano,
que está arraigado en mi corazón,
que se encuentra en otro país,
en mi vida ya echó raíz.
Mientras escribo,
llegan a la mente las alegres
conversaciones y las situaciones
de excitación mutua entre los dos.
Inevitable tanta emoción.
Me imagino sus ojos tiernos,
profundos y coquetos.
También recuerdo las noches
donde hablamos desnudos:
a través de nuestros móviles,
libres de pudor, de malicia,
palabras del corazón,
de más allá, de las entrañas.
Por horas la ternura nos envolvía,
de eso no importó la lejanía;
sino el sentimiento expresado
por la fuerza de las palabras.
Nos envolvía una sensación
única, sentimientos únicos.
Que a la larga nos producía
una ganas inmensas de amarnos
producto de desearnos
y del deseo de besarnos.
Excitación inevitable:
ella se humedecía por el sol,
y yo padecía de una fuerte erección.
No había elección,
el deseo toma el control.
Eso que sentimos al hablar
sin ni siquiera vernos,
ni tocarnos físicamente
ni acariciar sus pezones
o ella sentir mi pene
en sus manos físicamente,
es indescriptible comentar
lo que se siente.
El físico poco importa
a la hora de amar,
o de comer juntos una torta,
la distancia no existe en dos
seres que se desean
y disfrutan de compañía mental.
“Te veré en mis sueños”
es la frase de todos los días
la demostración de amor,
es unión, ese es el factor.
En mis sueños,
abres las piernas
y soy un goleador,
te doy en carne y hueso
un auténtico vibrador.
Segundo a segundo,
minuto a minuto,
te voy desposando,
te voy amando.
Sin tocarnos,
hacemos el amor...
sin condiciones,
con intenso vigor.
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Autor: Millondurango
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