Continuación al tema de ayer
En esos momentos duros, en los que Federico se sume
en la mirada angustiada y desesperada, los amigos nor-
teamericanos de García Lorca hacen lo posible por aliviar-
le las heridas del encuentro con una parte de la ciudad
de Nueva York, y la consiguiente nostalgia de su tierra
y de su familia, ahora muy lejanas. Cummings le invita
a pasar el verano en Vermont, con la idea de aliviar el
choque del asfalto neoyorquino; Mildred Adams, una co-
laboradora del New York Times le hace la vida más agra-
dable, presentándole a sus amigos y organizando recita-
les de piano con música de Albéniz y Falla. Federico se
siente profundamente agradecido hasta el punto que di-
ce a sus padres en una carta \"no he visto en mi vida gen-
te más buena y más ingenua... y además inteligente\". Pe-
ro el plan que llevaba de aprender inglés no llega a buen
término: su excelente oído musical no se corresponde con
el necesario para la fonética de la lengua inglesa. De
ahí que prefiera dedicarse a ofrecer conciertos folklóricos,
que parecían gustar a todos cuantos asistían a las reunio-
nes. Es tal su afición por la música que a principios de ju-
lio es nombrado \"Director de los Coros Mixtos del Insti-
tuto de las Españas en los Estados Unidos\". Allí encontró
el lugar necesario para su tranquilidad emocional, puesto
que el Instituto contaba con piano, biblioteca de libros en
español y muchos socios hispanoparlantes. El éxito de Fe-
derico entre los grupos cultivados de la ciudad es tal que
no puede por menos que comentarlo a sus padres, a quie-
nes quiere transmitir todas las alegrías y ninguna de las
tristezas: \"No tenéis idea lo que se emocionan estos ame-
ricanos con las canciones de España. Yo tengo lo que se
llama un lleno. Y como ellos corren la voz a sus amigos,
la casa de Mr. Brickell estaba de bote en bote. Claro que
habrá seguramente pocas personas que sepan más can-
ciones que yo...\".
Pero el poeta se hace también famoso entre los ciudada-
nos corrientes con los que las circunstancias le relacionan.
En un artículo de una revista se comenta: \"Los estudiantes
de la Universidad de Columbia, el operador negro del as-
censor de Furnald Hall, la telefonista abajo, todos conocen
las piruetas, las exageraciones y la simpatía de Federico
García Lorca. Naturalmente, todo esto es para defenderse
contra aquel enemigo universalmente detestado, un idio-
ma extranjero...\". Su natural amable y su inclinación hacia
la gente sencilla le ayudan a disfrutar de la gran variedad
de razas y gentes que pueblan cada uno de los rincones
de la ciudad. Sin embargo, en lo tocante a la religión, se
deja arrastrar en...
.
Continuará