Los diferentes
Porque somos diferentes nos han rendido culto
con la ceguedad de los que no han entendido nada, el pretexto
de ocultarse de nuestras llagas al hablar.
Es que versos somos, no nos escriben los mejores poetas,
solo llegamos de un boceto
garabateado, hecho cenizas.
Y para una dama rica que ha deleitado
soledades con su paladar de caramelo.
Tendríamos que morir como mueren
los ojos
que han soportado el halo de noches enteras.
Pero no sé yo de morir, de
morir
sabe mi alma que ella sola
ha sido una excusa de creer en
lo ajeno.
Morir con las manos cerradas para unirnos
junto al grito de las revelaciones.
La orbe de los escrúpulos ha marchado
con nuestras huellas, que jugando un juego carcelario
de Vladimires y Estragones, mastican
la cruel guerra del ajedrez sin
peones.
Es que nuestras voces se quiebran cuando hay un
innominable titiritero.
Alguien, en alguna baldosa, perdería un hermano que
fue sentenciado a muerte,
las tormentas comenzarían con su bocaza de
cobarde monarquía.
Y si de pronto nos vieran disfrutando la cordial
caricia de la
lluvia
hasta la más tenue de las gotas se
avergonzaría de vestirse tan
mojada.