La tarde y nuestra impaciente alma,
lentamente abrimos un camino
de estupor y descuido.
Te rodean mis taciturnos brazos mientras tu
abres tus raíces.
Yo te quiero, como una antorcha en la noche.
Ave desnuda eres en mi regazo,
pálido lirio recostado.
Mi corazón como un caballo corre hacia ti.
Mi sed de ti es un océano.
La tarde pronto rueda, nosotros, como el viento,
somos laberinto.
El crepúsculo y tu sombra sobre mi agonía descienden.
El tiempo nos hallará en algún lugar apartado,
¡las cenizas de mi amor recógelas, amante!