Bajaba calle abajo, con el haz de eneas a cuesta
¡el sillero ! ¡ se arréglan sillas !¡ el sillero !
hasta que alguien salía a la puerta
con una silla que se caía de vieja
¿ Tiene arreglo ? ¡ Arreglo tiene todo abuela!
¡ Pero no querrá usted que le quede como nueva !
¡ No, si con que sirva para sentarse ! ¡ Eso si,
yo le aseguro que a esta no la parte ni un rayo !
y se sentaba en el suelo, a la sombra
sin silla, sin alfombra, en la acera
pedía un poco de agua en un cubo
para regar la enea, que no se tronchára
y empezaba a ponerle el culo a la silla
manejando con habilídad las manos
iba dando vueltas a la silla y cerrando hacia dentro
el espacio que había, hasta llegar hasta el centro
allí terminaba y cosía, después cortaba por debajo
los trozos de eneas que sobraban, ¡Apañao !
ahora había que ponerles dos palos
que el sillero previamente de casa traía preparados
en un haz pequeño, eran un poco rudimentarios
pero el sacaba de la alforja una escofina vasta
y limpiaba el palo, lo media y lo ajustaba dándole
un golpe con un mazo de madera, ¡ Andando, como nueva !
como nueva, si, había que probarla y el sillero
se sentaba en ella para ver que aguantaba
y aguantaba, era un trabajo bien hecho
tenia sus ventajas el culo de la silla de eneas
duraba mucho tiempo y era mas fresco
hoy solo se usa en algunos pueblos
y en las tabernas y tabláos flamencos
bueno, cobraba, el sillero, que le
costaríe mas trabajo que arreglar la silla
y seguía su camino ¡ El sillero! ¡ Se arreglan sillas !
¡ Que maravilla ! ¡ Lo que se ha perdío !
eso si que era ciencia, amor y paciencia...