Todo comenzó en esa orilla
donde el mar
como las palabras
llegaba
y luego se disolvía en el silencio.
Yo sentado frente a él
lo miraba hipnotizado
la bastedad
y ese infinito movimiento
de llegar
para irse
y luego volver.
En cada golpe de ola
esas espumas
que dejan la humedad
brillante del mar.
Pensaba al ver
en los hechos
de mi vida
y solo huecos encontraba.
El mar horadaba
mi alma
en cada golpe
mientras anochecía
en un horizonte naranja
al que regresaban las últimas gaviotas.
Me incorporé
y lentamente fui caminando
hacia la costa
hasta que el agua
fue atrapando
mis pies.
Al amanecer
el mar
se retiraba
abandonándome
sobre la arena
una vez más.