Está claro que hemos sido poemas y quien adormece la poesía, que se han ido acabando las letras, una a una, sin tocarse ni remediarse, sin un impulso que las salve de la muerte y sin una muerte que las salve de la vida.
Está claro que se ha acabado la tinta del lapicero, que la mano está cansada ya de escribir, que la propia luz del sol no llega para hacer fotosíntesis, que se ha acabado el agua en el camino.
Está claro que hoy no es 21 de abril, que los meses han dejado de contarse de atrás hacia adelante, que los días pasaron a ser canciones de un piano virgen, triste y desgastado.
Claro está que aquí no hay poesía, que estas no son letras, que no hay voz alguna, ni sol, ni mar, ni sal, ni cielo.
Que no hay viento que despierte, que no hay letras que se sientan, que no hay salida, que hoy no es martes, ni miércoles, ni jueves. Que no hay hora, que no hay horario y que por supuesto, claro está hoy tampoco me acompañarán palabras ajenas, palabras que divulguen la esperanza diminuta que acompaña la melancolía.
Que hoy no, pero que quizá mañana sí.