“Mientras veamos al mundo de forma personal estamos atrapados en nuestra propia prisión. La misión consiste en descubrir la constelación personal e individual de los principales personajes que viven en nuestra psique.”
Subí al ómnibus y me resonaban las palabras del profesor en la cabeza.
Me senté al lado de una mujer obesa y sudorosa. Demasiado producida para ese mediodía infernal. Debía estar en 30 grados la temperatura.
¡ Para colmo el perfume! Caro, si Lo reconocí, era uno importado pero insoportable con el calor y la transpiración.
Cerré los ojos, no iba a jugar el papel de “victima”,
Bien sabía que la tarea cotidiana consiste en auto observarse a sí mismo y en relacionar la forma de sentir, de decir, de vivir cada momento con alguno de los arquetipos. Pero cómo podía convertir en aliada a esta cosa grasienta que ocupaba todo el asiento para recuperar mi espíritu y el poder personal.
De pronto me saludó y me invitó con un paquete de pastillas de menta. La miré y sonreí. Llevaba una gruesa pulsera de oro en su brazo izquierdo. Y ahí comenzó el mayor desafío, escucharla hablar de su marido y de Punta del Este. De su viaje inesperado a San Juan, y que estaba muy cansada.
Le sonreía, sin responder. Cerré de nuevo los ojos y la vi descuartizada. Todas sus extremidades esparcidas por el pasillo del ómnibus. Y nadie se inmutaba. Es más me vi. a mi misma despatarrada en el asiento durmiendo cómodamente.
Una frenada brusca me despertó y retomé el conocimiento. Subió un pasajero. Ella seguía a mi lado. Me ofreció caramelos de limón, en esta oportunidad y me dijo que se llamaba María Inés. Miré el reloj. Faltaban cuatro horas de viaje. Volví a cerrar los ojos. Y entresueños la vi nuevamente toda despedazada en el pasillo, sangrando profusamente. Pasaron unas horas, y me dejé llevar por mis sueños y mi cansancio. Al final me dormí.
Un chirrido espantoso y un sacudón me despertaron. La frenada se debía a que el coche atropelló a una señora obesa y sudorosa que al ser arrastrada por el ómnibus estaba destrozada en varias partes.
La policía, los bomberos y la ambulancia llegaron y nos retrasamos aún más. Nos hicieron bajar y vi que de la cartera abierta asomaban las pastillas de menta y los caramelos de limón... Busqué el brazo que yacía a un costado del pavimento, y tenía la misma y gruesa pulsera de oro....-
Amalia Lateano
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