Anoche intrigado
por su respuesta
recorrí con agrado
su piel inquieta.
Un cielo estallaba
en lunares brillantes
así encontraba
un lucero errante.
Su pecho palpando
entre dos inquietudes
divisé mirando
auréolas gigantes.
Que suave senda
mis yemas tocaron
bajando la prenda
la ilusión gozaron
Llegó como río
su calor a mi mano
cayéndose el frío
de mi cuerpo humano.
Brotaron sus juncos
con sendos lunares
alzándose juntos
sus deliciosos pares.
Que viva galaxia
de vivaces estrellas
dando las gracias
por el cuerpo de ella.