Vivir me viene grande, no voy a esperar a
ser abuelo para sentir que soy paciente
con los niños.
Tener ganas de llorar no es suficiente,
decirte a voz en grito lo que te quiero,
tampoco, la valentía de ser común,
de ser nadie, de no saber en qué creer,
de no saber y de no creer en nadie y,
sobretodo, en uno mismo, y esto es
lo se hace grande.
Vivir lo que es vivir, uno lo asume fácil,
se deja llevar, no empuja el río y deja
que transcurra.
La voz de la vida, el agónico sigilo de la
locura, esa que no duerme, la que no muere,
ese es el canto que desacredita al cantor
y deja escuchar a vuelo de lechuza al
montador de escaparates, ese terrible actor
que imita tus gestos con candor.
Permite que lea la esquela del que fue:
\"Nunca descansaré en paz\"
Porque no hay descanso para el irredento
salvo que se salve, se mate y entonces escriba:
\"Nunca descansaré en paz porque no lo
necesito, estoy muerto, cojones\".