De dónde vienes luminosa huella
que cruzas, fiera mi profundo cielo,
por qué te escondes tras el blanco velo
de espesa nube, silenciosa estrella.
De qué galaxia solitaria y bella
emprendes sola tu incansable vuelo,
por qué gravitas con profundo celo
y luego apagas tu vitral centella.
Allí una gran constelación arriba
buscando a ciegas, en su pesadumbre,
el astro errante que fugaz esquiva,
tendría el fuego que su senda alumbre
la estrella negra del confín, furtiva
si a allí pudiera regresar la lumbre.