Foto: Nella Larsen
Continuación al tema de ayer
Con la escritora Nella Larsen, hija de padre negro
y de madre danesa, comienza a penetrar en el
mundo de los negros. Concretamente visita Har-
lem y observa toda la...
... profundidad que emana del mundo negro, hacia
el que siente un profundo respeto y que le recuer-
da a la minoría gitana oprimida en su país. Asiste
a una serie de reuniones que le prepara su amiga
Nella, una mujer a la que Federico califica de \"ex-
quisita y llena de bondad, con esa melancolía de
los negros, tan profunda y tan conmovedora\".
En la última de esas reuniones se cruzan cantos
unos y otros. Federico los compara con el cante
jondo. Visita Harlem y queda prendado y al mismo
tiempo conturbado por lo que presencia allí: su a-
miga le cuenta cómo es un lugar de espectáculo
para blancos al que no pueden asistir negros como
expectadores, sí en cambio como actores y bailari-
nes. Como resultado de esa visita compone la Oda
al rey de Harlem
Nota: Es un poema muy grande del cual expondré
solamente unas estrofas alusivas a Harlem. Este
poema de Lorca pueden verlo completo en el apar-
tado POETAS de Poemas del Alma.
(fragmento)
¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem!
¡No hay angustia comparable a tus rojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse osuro,
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero con su traje de conserje!
Los negros lloraban confundidos
entre paraguas y soles de oro,
los mulatos estiraban gomas,
ansiosos de llegar al torso blanco,
y el viento empañaba espejos
y quebraba las venas de los bailarines.
Etc.
Federico conecta pues la crudeza de las imágenes
de un Harlem oprimido con aquellas que dejó en la
Granada profunda, cuyo resultado es Romancero
gitano. Puede que estas escenas, descritas en el
poema, consigan hacer mella entre sus amigos,
quienes con su obra gitana no habían dudado en a-
firmar, no sin desprecio, que era un simple produc-
to del costumbrismo, del tópico andaluz sobre los
gitanos. Afirmación que había dolido profundamen-
te al poeta. Pero Federico sigue añorando la mirada
de antaño, la de la infancia, la de la ingenuidad y la
inconsciencia, la del juego; por eso escribe ese poe-
ma magnífico que titula 1910 (Intermedio):
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos.
Ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caba-
llito de mar.
Mañana el poema entero
.
Continuará