Anoche soñé que me montabas,
clavabas tus espuelas en mi pecho
y alzábamos un vuelo inabarcable
hacia el último confín del universo.
Anoche recorrí la vía láctea
sintiendo los cuchillos de tus pechos
clavarse en mis mejillas encendidas,
fundiendo sus aceros en mis labios.
Anoche madrugué la madrugada
y nos perdimos en el abrazo eterno
donde no existe el tiempo ni el espacio,
solo el olor y le calor de nuestros cuerpos.
Y trenzados como hiedra y árbol
alcanzamos las puertas del parnaso
estallando cual flores primerizas
en la eclosión de un sideral orgasmo.
Anoche soñé que era Pegaso
desplegando mis alas en tus brazos.