Padre nuestro que moras
en el silencio de muerte
desconocido sea tu nombre
en el cielo como en la tierra.
Madre nuestra que moras
en las flores y las aguas
bendito sea tu nombre
que huele a rosas de cieno.
Padre nuestro que no existes
venga tu reino imaginario
a nuestras almas perdidas
por siempre en el tiempo.
Madre nuestra que moras
bajo nuestros pies errantes
que recibes el beso del sol
y nuestro abrazo en la muerte
bendita seas por siempre
por tu alfombra de musgos
y tu hálito de brisa en la arena
por los siglos de los siglos, amén.