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Sumergido en el mar de la impotencia,
hay que tener conciencia
de la compañía fiel de Dios,
lo demás no tiene trascendencia.
Oprimido en la celda interior,
darse cuenta de la existencia del amor,
no todo está impregnado de horror,
siempre hay un jardín en la vida,
que colma nuestros corazones de primor.
En este jardín maravilloso,
Dios cosecha sus semillas
y protege sus flores,
dando a nuestra vida,
preciosos colores.
Preciosos colores de su creación,
preciosos colores del optimismo,
preciosos colores que reviven lo imposible,
preciosos colores de Dios que se manifiestan,
con su presencia invencible.
Con la presencia de nuestro Padre,
la vida tiene color, sentido y sacrificio,
aunque los enemigos entren por un orificio,
con la ayuda de la oración,
se supera cualquier suplicio.
Con la presencia de nuestro Padre,
en los rumbos de la perdición,
cuando el hombre abre su corazón,
fluye la fuente de la misericordia,
y llega el momento preciso
de la ansiada conversión.
Sumergido en el mar de la impotencia,
hay que tener conciencia
de la compañía fiel de Dios,
lo demás no tiene trascendencia.