Encuentros y despedidas cotidianos
Que entre amantes furtivos acontecen
Que no se encuentran nunca, ni florecen
En la prisa del beso aciago y a trasmano
Así vestimos de amor nuestra aventura
De una prisa tan cercana a la estulticia
Que convirtiera en proscrita a la caricia
Y al encuentro incineró con la premura
Noches de escondrijo y amor vehemente
Preñados de lascivia tan plena de desdoro
Que fue deshonra, el compartir simiente
Y por tanto pecado acumulado en mieses
Y ante el fantasma cruel de la vergüenza
Juramos separarnos, ¡juramos mil veces!
Luego fue tiempo de entretejer angustias
Cuando aquellos dos, en ocasión festiva
Se encontraran la mirada, y en pasión viva
Se entregaron al deseo y a caricias mustias
¡Ah! Si al menos hubiésemos sido valientes
Y arrostrando el oprobio del doble engaño
Nos hubiésemos amado tanto como antaño
Y no hubiésemos decidido ser “decentes”
Hoy, ella duerme a mi lado y su deseo arde
Por aquel que tus noches tristes acompaña
Y nuestros labios callan la palabra “cobarde”
Tú acompañas otro cuerpo y seguro piensas…
“¡Cuánta crueldad naciendo de la justicia!”
Él: “¡Qué triste justicia, con tanta ausencia!”
Y así... como amigos compartimos mesa
¡Y ebrios de amistad todos brindamos!
Ellos: Por el matrimonio que salvamos…
Nosotros: ¡Por la soledad y la tristeza!