No es que el tiempo pase,
es la sangre que fluye
roja caliente
como el tiempo.
Y se derrama así,
como el tiempo.
Incontenible y veloz
como el tiempo que pasa.
Y la vamos perdiendo,
irremediablemente,
como perdemos al tiempo
que intentamos detener
y no logramos no logramos.
Y ambos juntos se van
en un sigiloso desfile
de años que pasan,
en los que se confunden
ambos.