Tu mirada, tu sonrisa,
tu forma de andar deprisa.
Tus ideas y despistes,
tus lágrimas si estás triste.
O esa cara tan hermosa
como pétalos de rosa.
Fueron tantos los motivos,
más aún de los que escribo,
los que hicieron despertar
sin tú haberlo pretendido,
a un amor desconocido
que dormía en mí escondido.
Sólo te puedo soñar,
y en mis sueños soy tu héroe;
aunque me falta el valor,
para pedirte una cita,
pues si soy tu Superman,
eres tú mi Kryptonita.
No tengo miedo a la muerte,
ni al dolor, ni a la empatía,
ni a vivir en soledad
por el resto de mis días.
Solamente me da miedo
el no amarte de por vida.