Don Quijote ha muerto.
Ya su angosta adarga, carcomido cuero,
pasto es a la polilla o bien a la carcoma
- valga la redundancia-. Sancho llora.
Ni su amada Aldonza
ni su yelmo metafórico volverán.
En los llanos blancos de la tierra eterna
polvo en el camino quedará y silencio...
Las afrentas lógicas entre hombres púdicos
reinarán sin nadie que las descoyunte...
Sus ojos cerrados, su boca entreabierta:
Rocinante parece que relincha en sueños
tras sus ojos arrasados de agua: ¿lágrimas?
(hasta los cuadrúpedos se lamentan por Quijano).
Ginés deja vagar su pensamiento y tiemblan sus labios
- ¡quién lo pensara, tan hombre él! -
Comienza la tarde en la aldea manchega;
a lo lejos, el sol rojizo pajizo de poniente, moribundo,
agoniza... Y parecen brillar las primeras estrellas...
Sancho llora. Sanchica duerme...