RENUNCIA
III. DESPOJADO DE RAÍCES
Dejo mi pueblo.
Me voy lejos de la tierra
que me moldeó con su barro
a buscar nuevas sensaciones:
mirar cómodos caminos que llevan al cielo,
respirar sustancias exquisitas de censura,
beber imágenes desvanecidas.
Un pequeño hombre me siento,
no calzo con lo que hoy me rodea;
añoro el comienzo, mi origen.
Atrás quedaron costumbres primitivas,
retratos amarillos...
Pero mi deseo me acostumbra,
ando feliz, mudo todo el día,
al contemplar de cerca
lo que mis ojos no alcanzan a ver,
sintiéndome obligado
a persignarme detrás de las estatuas.
Vibro con nuevas estaciones
que parecen confundirse
con diversidad del paraje.
Camino vestido de trajes hechos a medida,
me perfumo de anónimo;
cuando pienso, utilizo mi mejor lenguaje
y grabo sólo lo que me confunde.
No conozco monotonía, todo es nuevo.
Tal vez,
cuando me canse de lo distinto
querré volver;
pero será tarde:
todo diferente...
el pueblo que dejé.