En el cielo frío, oscuro y tupido de estrellas,
te veo a tí.
Te veo a tí y no es por locura, ni por nostalgia,
ni por deseperación, tampoco por tristeza, ni mucho menos por amor.
¡No, no creas que me tienes en tus manos!
Pero eso sí, que te quede bien claro,
si alguien te pregunta por qué entonces digo que allí te veo a tí,
dile que es porque me acuerdo de mí.
Porque me acuerdo que existo,
que el tiempo no es tuyo sino mío y que puedo y debo renunciarte.