¡Oh dolorosa
y pálida Desdémona,
de un crepúsculo
sagrado...
herido y tenue,
a vuestra indiferente
y breve voz...
me acojo !,
allá donde la opinión
desflorada....
de la belleza de mis labios,
pudiera verificar...
la gardenia cristalina,
en el jardín angosto
de un triángulo
impuro...
y apenas demudado
por el océano
semidesnudo
y a veces
denostado,
en el ángulo...
demacrado
de su idilio.