Sostenía un día de poniente el pueblo de vall d´Uixó un hondo suspiro contenido en sus montes, cuyo aspecto de basurero prometía volverse un volcán contra ellos, si cualquier destello de un simple cristal abandonado, chispa, o rayo, tocara alguna rama dando pasto el monte a las llamas.
La gente de este pueblo, acostumbrada a los sobresaltos, cruzaron los dedos por consejo del Ayuntamiento, para vencer el maleficio de esa jornada de poniente y aplicar sentido común al salir de casa. recordó el consistorio el hecho nada sorprendente ya el que día anterior ya había habido dos incendios de forma espontánea. Incluso llegaron a intervenir los helicópteros sobre las zona del molino. Lanzando agua sobre las ruinas del viejo molino que perdió sus aspas luchando contra las llamas. Hacia ya de eso algunos años. En una jornada de fuego urbano para no olvidar. Sobre todo cuando salieron lanzadas las piedras del molino surcando el cielo como un cometa hasta dar con el hogar de la sagrada familia. Muchos pensaron que aquello fue un milagro, que aprovechó el ayuntamiento para hacer un itinerario turístico llamado el sendero de Belén. Desde los helicópteros, ese día de poniente e incendios, podía verse un bosque de gigantescos algarrobos que rodeaban las ruinas del molino. Sus ramas se agitaban como brazos de gigantes por el viento de las aspas, y caían del viento que producían al suelo pesadamente y con un ruido sordo. Desde los helicópteros se felicitaban por ganar la batalla sin comprender que los viejos gigantes que guardaban el molino, se rendían. La época de los molinos y los gigantes había terminado mientras los helicópteros iban a otro incendio cercano seguidos por una bandada de bolsas de plástico que volaban a su alrededor.
Angelillo de Uixó.