Verte dormir es una de las cosas que más me gustan.
Tus ronquidos son suaves,
tu cara parece tener la paz más inmensa y profunda.
Sonreís, hablás, peleás, a veces llorás.
Es como si pudiera ver en tu cara ese montón de emociones
que procesás en silencio cuando estás despierto.
Tu piel está tibia, tersa como siempre
y solo quiero pegarme a ella,
entrar en tu paz,
dormirme con la canción de corazón.
Beso tus pecas, tus manchas, tus lunares,
tus labios, tus ojos, tu frente.
Beso tu pecho como si ahí
se encontrara apacible tu alma,
como si quisiera que en tus sueños
encuentres mis besos
en forma de alguna flor amarilla.
Busco tus manos y las agarro con fuerza,
con la esperanza de que logres sentir
eso que se me desborda desde el alma al cuerpo,
eso que llamo amor.
Deseo congelar ese instante, quedarme ahí a tu lado
hasta que hayas satisfecho tu descanso
y estés listo para abrir tus ojos de ángel.
Esos ojos que me enamoraron hace tantos años
y que hoy siguen causando caos en mi interior
cuando me miras.
Dulce amigo, soy como la semilla
que cayó en tierra fértil por el destino,
por primera vez toco la tierra húmeda
y mi ser comienza a transformarse.
Experimento el nacimiento, el crecimiento,
mis raíces se expanden en la enseñanza
de este amor que crece, que se equivoca,
que aprende, que busca la luz.
Después de contemplar con atención
cada cosa que amo de vos,
cada rincón donde reposan mis anhelos,
vuelvo a conciliar el sueño, a tu lado, cada noche.