No soy lo que soy, soy lo que hago con mis manos.
Louise Burgeois
Manos que aletean en la cadencia
de la palabra que corre al aire.
Manos que se precipitan al bolsillo
cuando se saben apéndices colgantes
de unos hombros apesadumbrados.
Manos menesterosas de oquedad
donde reposar de su peso.
Manos que dibujan en el aire gráciles
ademanes que descienden del Helicón
aventados por musas sedicentes.
Manos que rompen y rasgan entrañas
que tremolan bajo las riendas del mal.
Manos que enarbolan pendones cual
varas de bambú blandidas por Lao Tse.
Manos que cierran filas en defensa de
sus dedos, dedos empegados de numen
que descansa sobre sus yemas.
Manos que remansan el albur de los
tahúres en plena vorágine ilusionista.
Manos que se escapan por la tangente
de un ángulo que no ha sido habitado
por la comprensión que se afana.
Manos que desfilan en triunfo bajo
los arcos que comprenden la masa
cefálica que se engrandece ante su
desembarazo.