Los hilos tornasolados de la araña
penden en el aire, como una hamaca
fuertes esperan y resisten
elásticamente los embates
del tiempo y del viento.
Mientras oscilan, la araña en una esquina
acecha y piensa en su próxima presa
¿Será un mosquito, un gorrión, un elefante?
Se imagina la suculencia de la cena
¿Qué sabor tendrá, dulce, ácido, jugoso?
¿Será que tenga espinas de pescado?
debe tener mucho cuidado, no vaya a ser
que esta sea su última cena, con un hueso
atravesado en su frágil garganta.
Irá a ser fácil de digerir o tendrá que
utilizar sus ocho manos para despedazar
antes de engullir lo que tanto desea.
La paciencia es una gran virtud y ella
es muy virtuosa, tan virtuosa que
causa miedo y espanto a pleno día.
Se imagina la araña con ilusión
el momento culminante de su espera
su presa envuelta en hilos que aprietan,
unos ojos que la miran suplicante
pidiendo clemencia y perdón,
la cacería sagrada habrá terminado, piensa
el rito de sobrevivencia se habrá consumado.
No siempre gana el más grande
ni el más fuerte, es asunto de táctica
tejer los hilos, uno por uno, en forma tal
que no haya escapatoria para quien se acerca,
no importa el peso, ni la dureza del corazón
toda presa es buena, es alimentación.
Sigilosa espera y de las comisuras de su boca
se derrama gota a gota la saliva segregada
por su imaginación hambrienta.
Sigue pensando la araña y se balancea
como un péndulo solar, acrisolada
sin remordimientos, así es la vida piensa
vivo yo o viven otros, y yo quiero vivir.
Ensimismada en su alegoría, no notó
una sombra que cubrió el sol del mediodía
un murciélago desvelado, hambriento
y sin escrúpulos pasaba por ahí.
Agitando sus alas rompió los hilos,
la araña fue a caer a sus diminutas fauces
la engulló sin masticar y se dijo
vivo yo o viven otros, y yo quiero vivir.
©Vicky Toledo