Te amo y en mi hilas la telaraña
de la primavera. A la garra de mis llantos,
le trajiste el beso, rosa de agua,
colmó mi alma como a una fuente.
El borde del tiempo quedó rasgado.
Fue agonía del silencio mi voz,
que en ti quedó recostada.
El caparazón de los pesares cayó roto
entre los recuerdos de otra vida
ardida como centella.
En la inmóvil noche, huyeron las palabras.
Juntos hicimos sábanas de niebla
y turbamos la oscura
claridad sin nombre.
¡Alegría de mi pena! Llanto de mi risa!
El alba vendrá, río desbordado,
nosotros seremos una sola ola
en la vasta dicha.
Dos mismos ruiseñores en el canto,
iguales trashumantes en el viento.