Como plomiza estiba
de fragata a la deriva,
el asfixiante verano
penetra en mi piel insidioso.
Siento su lastre en mis pasos,
renqueantes de un vacío
que sólo tú llenas a bocanadas
de ilusión y presente.
La senda de bruma y tinieblas
que recorría solo e incierto,
aquélla en la que el calor
era la pesada carga del tiempo,
muta a tu lado en camino
de luz y frondosa arboleda.
Nada pesa en mi vagar
hacia tus labios velados de cabellos.
En mi luminosa alborada,
mi brújula, fortificada de deseo,
se entrega íntegra al magnetismo
que los cortos días invernales
dieron a la luz para que seamos
ETERNA PRIMAVERA
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