El denso aroma a humedad sobre tu piel,
Y la tibieza incitante que en tu cuerpo anida,
La suave bruma que brota de tus encendidos labios,
Y el dulce presagio que en tus entrañas es carne viva.
Me pregunto si es el tiempo perfecto,
Me pregunto si debe ser entre esta noche y la madrugada,
Me pregunto si tu cuerpo abierto es un secreto,
Y me pregunto si en tus palabras, hay rumor de virgen enamorada.
Eres como un puñado, de tierra húmeda y muy pura de montaña,
Eres como el rocío, de una de las nubes de color perlada,
Eres como el beso de la flor en las mañanas,
Y como la caricia eterna que detiene a las horas cantadas.
Me pregunto si la fertilidad, de un pedacito de nuestro cielo,
Se ha desprendido y ha morado en tu tibia cama,
Y si la luz de las mañanas, espera, como una estela pausada,
Y si ha respondido, que es el tiempo de amarte, sin las horas contadas.
He caminado cada milímetro intenso sobre tu piel,
Y he rociado con mis besos cada surco de tu desnudez,
Y también he bebido de cada gota de nuestro húmedo cielo,
Para llover con mis caricias tu alma, y una noche de placer.
Eres el Edén perfecto, donde nace cada semilla,
Y la flor más rosada, entre un verdor jamás soñada,
Eres el aroma húmedo, donde despiertan muchas cucardas,
Y el amante resplandor, de un jazmín en la montaña.
Cuando veo en ti, la inmensidad de ser un milagro,
Me siento una rama, caída desde lo más alto,
Y es que eres un todo, un sol, una luna y una estrella,
Y un haz de lucero, y quizás una quimera,
Eres la tierra fértil,
Donde nacen las esperanzas,
Y eres un todo embriagante,
Donde tu vientre, es la semilla naciente,
De mi Amor, en tu virgen morada.