¿Cuándo besará el carmesí cáliz del amor mis sedientos labios?
¿Cuánto por el bálsamo de la bendita pasión esperará mi ser?
Porque desterrado fui al yermo olvido, errante en un desierto de
servidumbre donde Afrodita ha derramado sobre mí su divina
maldición.
Divago este oriente donde el dorado astro sanja
mis últimas ganas de existir; su sequía llameante
mata su sed con la penuria de los lagos de mi alma...
Y yo como esclavo penitente, sudo lágrimas que claman
amor...
Este poniente desértico sopla odioso cegando cada
átomo de mi corpóreo deseo. Y este ardiente sábulo hiere
las rodillas que gimen por el beso de la musa de mis sueños;
este agónico vacío serpentea sobre mi cerviz, hasta humillarla...