Las palabras huyeron en silencio,
cabizbajas, hundidas, derrotadas,
se cerraron las puertas carcomidas
y el silencio tejió su telaraña.
El vacío resuena en mis oídos
y los miedos arrastran sus cadenas
por los fríos pasillos del recuerdo
esgrimiendo sus torvas amenazas.
Han clavado con saña los postigos,
han cegado con sangre los vitrales
y la luz mortecina de las velas
agoniza entre sombras espectrales.
Lo que un día fue hogar es pura ruina
ya no hay leña ni fuego entre sus piedras
y las grises cenizas del pasado
flotan al rededor como fantasmas.
Me cobijo en el catre pestilente
entre sábanas húmedas y ajadas
intentando buscar la paz perdida
enterrando mis ojos en la almohada
Pero ya no ha mañana ni futuro
en la noche perpetua de mi alma
desde que tu sonrisa hizo el hatillo
y escapó para siempre de mi casa.