(A la memoria de Enrique)
No recuerdo a mi padre y de mi madre
guardo un recuerdo vano;
y de Enrique, quien era el más cercano,
gran amigo de alma, mi compadre,
hermano, más que hermano,
quien fuera confidente y cirujano,
sólo sé que huyó tras del estío
haciendo uso cabal de su albedrío
sin decirme adiós, que no es cristiano.
Del pueblo tengo un tímido recuerdo,
de amigos de parranda
no queda nadie ya. Toda la panda
marchose uno tras otro y ya me pierdo
que dios es el que manda.
Quizás sólo el sabor de la vianda,
las faldas alargadas de mi abuela,
el arte de otro hermano con la azuela
y el frío en el invierno y la bufanda
se acerca, va y se cuela en la gatera
que tengo en la memoria.
Que ha pasado tal tiempo de esta historia
que, escasa, si ahora queda una gotera
no encaja ya en la noria
de un burro que tirando fue insumiso
después de tanto andar algo cansado
y quiere hoy recordar agazapado
haciendo a aquellos años un inciso .
©donaciano bueno
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