Al anochecer apareció en camino
hasta la torre redondo,
velada por suspiros de neblina,
su mano huésada giró la llave antigua
y abrió el portal vetusto de hierro,
respingando en sus bisagras oxidadas
Una riada de aire penetró la oscuridad,
sombras ominosas de muciélogos
y ratones buscaron refugio,
quejándose de la intrusión,
giró de nuevo la llave para asegurar el portón,
como tantas veces ya
Lentamente subió la escalera helicoidal,
escalón por escalón hacia la luz tenue,
filtrando abajo desde su elevado fuente,
a molestar el polvo encima los archivos comatosos
de infames recuerdos abandonados
Con paternal cuidado llevó sus encargos confiados
a colocarlos en su lugar ya reservado,
mientras sus dueños con tragos de vino embriagados,
en vano intentaron a olvidar
sus malas conciencias
Más arriba todavía subió,
a desaparecer en la luz calina,
una mueca despectiva divulgó sus pensamientos,
que concebible su clientela creía,
que con su indulgencia,
la redención de la perdición hubiera sido comprado
Sin embargo él siempre sabía mejor,
por ser el guardián de sus creencias falsas