LA FRONTERA
Tenía en mente una lejana frontera
a la cual mi deseo interno idealizaba
y, yo, más que, ansioso, buscaba la manera
en cómo acercarme, pero ni siquiera imaginaba.
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Y en muchos años de sueños que yo he soñado,
pasaron por mi vida varias nutridas experiencias;
algunos viejos sueños se cumplieron, algo trabajados,
mientras, otros, dormidos, se olvidaron, sin conciencia.
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Pero, aún así, en aquellos originales pensamientos,
esa antigua frontera que yo siempre tuviera a la vista,
me seguía arrastrando la ilusión de un viejo sentimiento
en la que, a mí, me faltaba completar, en mi vida, otra arista.
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Era el aparente lejano límite que se me impusiera en la Vida;
la prueba de fuego a una perezosa voluntad, tal vez, indolente;
esa, la frontera \"imposible\", quizás, que solo por mí era conocida,
pero era el meritorio trofeo a lograr en el futuro, para mi Presente.
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A lo mejor, era posible que esta búsqueda yo no llevara adelante
por temores, inseguridades o un miedo ancestral no reconocido,
pero, el tema es que postergaba mis decisiones -cual farsante-
con infantiles excusas para no conquistar mi sueño pretendido.
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Entonces, un día tomé la decisión que había llegado la hora;
la hora de no postergar más; ¡el gran momento había llegado!;
que no hay más pretextos; que es lo que quiero; ¡pronto, y sin demora!,
pues el tiempo pasa y cuando menos lo espere, el momento habría pasado.
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Y así fue. Puse el empeño. Invoqué al Cosmos para lograr la voluntad;
organicé mi tiempo, limpié mi óxido y mandé de paseo a la rutina,
porque entendí que sin esfuerzo y tesón no lograría la capacidad
y que nadie trabajaría por mí, para lograr una libertad genuina.
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¡Y así fue que lo logré! ¡Y en mucho menos tiempo del que creía!
Con un duro empeño y con mi objetivo manteniéndolo en la mira,
terminé llegando a la frontera ansiada, ¡que tan lejos yo siempre veía!,
dejándome la enseñanza de que ¡uno puede lograr todo eso por lo que suspira!
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Eduardo Faucheux
05/07/2017