Ella me invita a su esencia femenina
y entonces procedo absorber su gozo sexual,
esto va más allá que un encuentro casual;
somos dos almas en situación armoniosa,
esto es como una experiencia religiosa.
Ella quiere que le cambie el nombre por erotismo,
bastase con mirarla para que se desnude ahí mismo,
mi nombre lo cambiamos por imaginación,
ambos hacen delicias en la habitación.
Erotismo e imaginación se encuentran
y lo primero que hacen es que se besan,
hacemos aquellas cosas que más nos apetece,
la acaricio como ella se lo merece.
Ella en su erotismo y yo somos química,
me encanta que ella sea poesía orgásmica,
en mi imaginación es un espejismo erótico,
diría que lo nuestro es un amor exótico.
En su erotismo se pone muy ardiente,
así me pide que la acaricie,
que use mi imaginación para hacerle
todo aquello que hace que goce,
el deseo se junta con el amor,
como se juntan nuestros órganos sexuales
en la intimidad con una misma canción.
Su erotismo no me causa ningún estupor,
son sus pechos que el tiempo trae a mi favor,
para que la ira y un mal día mueran
en el silencio del lecho,
donde el amor en su corazón cosecho.
En mi imaginación ella yergue desnuda,
como una deliciosa fruta.
Abro los ojos y allí esta con su cuerpo
lleno de líneas poéticas…
que en la cama hace cositas ricas.
Entre los dos el erotismo transciende,
¿la pornografía desciende? ¡Qué va!
en nuestra intimidad
somos los mejores actores porno,
sin nadie de testigo en nuestro entorno.
Realizando vídeos sin cámara:
sin director, un hombre actor;
sin guionista, ella en el sexo
usa posiciones malabaristas.
Lo nuestro es un santo pecado,
libre de cualquier castigo,
el erotismo siempre quedará
para devorarnos los sentidos,
porque lo sexual algún día,
quizás con la vejez podrá fallecer,
pero el erotismo y la imaginación
en los dos siempre va a permanecer.
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Autor: Millón Durango
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