Enrique del Nilo

UNA DESCONOCIDA EN LA CIUDAD

 

 

 

Por la esquina de melancolía

y avenida no me importa

donde doblan las esperanzas

para quizá no volver

habita una vieja costumbre

que algunos la vemos mal,

otros ya no la extrañan,

algunos ni la conocen…

y los hay que la creen enfermedad mortal

 

Es una vieja flaca y desvencijada

que baña en lágrimas su mirada

y vive a galope cual libre corcel

 

Yo la conocí una noche

mientras recorría el crucero aquel

donde la noche extraña los días

y los días se tardan un siglo en pasar

donde acampa el hedor y el frio

junto con el hambre y la mendicidad

ahí donde la ignorancia

tiene su coto para variar

 

Cuando la vi descender

con tal gallardía

corrí a su escalinata

para verla llegar

traía en su mano

una fina espada

y en la otra una rosa

para acariciar

 

Le dije lisonjero:

la creía invidente,

me respondió detente

no te confundas más;

vi entonces que tras ella

se alejaban de aquel antro

la equidad, la salud y la caridad

 

Le pregunté al momento

¡no me atormentes más!

¿dime cuál es tu nombre?

para poderte llamar

de sus acuosas pupilas

se fue a precipitar

un caudal de tristeza

antes de contestar:

Soy la más ignorada

de todas las virtudes

que en la multitudes

no me podrás hallar,

en los suburbios elitistas

no se como entrar

solo en estos lares

he podido adivinar

en raras ocasiones espacios

para poder la noche pasar

si alguna vez te preguntan mi nombre

diles que a la empatía pudiste saludar;

casi nadie me conoce

y quien mi nombre sabe

sabe de mi tan poco

como una piedra de nadar