Por la esquina de melancolía
y avenida no me importa
donde doblan las esperanzas
para quizá no volver
habita una vieja costumbre
que algunos la vemos mal,
otros ya no la extrañan,
algunos ni la conocen…
y los hay que la creen enfermedad mortal
Es una vieja flaca y desvencijada
que baña en lágrimas su mirada
y vive a galope cual libre corcel
Yo la conocí una noche
mientras recorría el crucero aquel
donde la noche extraña los días
y los días se tardan un siglo en pasar
donde acampa el hedor y el frio
junto con el hambre y la mendicidad
ahí donde la ignorancia
tiene su coto para variar
Cuando la vi descender
con tal gallardía
corrí a su escalinata
para verla llegar
traía en su mano
una fina espada
y en la otra una rosa
para acariciar
Le dije lisonjero:
la creía invidente,
me respondió detente
no te confundas más;
vi entonces que tras ella
se alejaban de aquel antro
la equidad, la salud y la caridad
Le pregunté al momento
¡no me atormentes más!
¿dime cuál es tu nombre?
para poderte llamar
de sus acuosas pupilas
se fue a precipitar
un caudal de tristeza
antes de contestar:
Soy la más ignorada
de todas las virtudes
que en la multitudes
no me podrás hallar,
en los suburbios elitistas
no se como entrar
solo en estos lares
he podido adivinar
en raras ocasiones espacios
para poder la noche pasar
si alguna vez te preguntan mi nombre
diles que a la empatía pudiste saludar;
casi nadie me conoce
y quien mi nombre sabe
sabe de mi tan poco
como una piedra de nadar