Bailabas distante en una esquina ese último tango argentino sin compañía ni bastón, nada de apoyo solo el mausoleo de tus piernas en soledad. Dos de la mañana el fervor de la bebida corría por tu cuerpo ardiente, agobiante, sin nada más que el querer bailar; no veías más allá del reflejo de la Luna en menguante, te observaban los Dioses del viento con enamoro y amor.
Mis ojos centrados en las piruetas de tu arte se perdían en los misterios que guardaba la ebriedad de tu silueta. Yo con mi calma pasmada, en tu presencia vivía la excitación más grande del día.
La Luna me hablaba, pero por ese día no había nada más hermoso que ver tu danza de amor y de placer, esos pasos me atraían me llevaban a contemplar de cerca tus pupilas. En los tallos diáfanos de las flores que tiraste se veían mis últimas esperanzas por encontrar un trozo del amor oculto en el pecho de tu alma.
Frenesí después de unos tarros de cerveza, pasión después de ver tu cuerpo observado por la Luna en menguante, la calle estaba detenida en el tiempo, no había muchedumbre, la madrugada era sepulcral, pero allí en los metros donde te movías el universo cabía. El verso era la vida.
Bailabas sin ganas de ser vista, pero todo en tu rededor estaba expectante de sentir el próximo desliz, el siguiente paso del tango de los sueños. Mis sueños.
Escurría el tiempo por el calor que emanaba de tu libido, del nido de tus galaxias nacían los destellos del sol que guarda en tu corazón, Diosa griega, Diosa Egipcia, Diosa arcaica, Diosa Milenaria, Diosa de Diosas en la sensualidad tuya moría mi alma, renacía en el compas de tu ser.
No desfallezcas era lo único que ocupaba las neuronas en mi mente, todo lo demás de mi sistema se enfocaba en esa pausa, en ese acelerar, en ese sentir del arte, sentirte a ti mujer en este habitad, donde eres tú y después esta todo.
En esa vera de la acera me encontraba anonadado, las explosiones de mi cuerpo se esparcían por el arrabal florecido; mí orgasmo mudo, en la ceguera de todo lo otro, miraba sigiloso en entrega total las fusiones de tu cuerpo con mi realidad, quería tu embriaguez en mi merced, quería que el tiempo fuera lo que nunca es y en ese momento vivieras para mí nada más.
Pero todo pasa, nada se detiene, la confederación de nubes detuvo la luz de la Luna menguante, el ruido de los grillos termino con el silencio del público, el tango se dejo de escuchar, tu baile rompió en miles de trozos lo que restaba de mi corazón, tu mano con calma se levanto (mis ojos se fueron en su último movimiento), un taxi de la nada surgió, bestia urbana en su aposento mi amor se robo.