Truéna tempestuosamente la tormenta
como caballos fustigados, se encuentran
caen rayos, sin pararáyos, huéle a ceniza
y se rompe un río de lágrimas
que riega la sedienta tierra, llora el cielo
por tanta maldad, que aflora pálida
de una mirada encantadora, hay silencio
en la fragüa del pensamiento, implora
la tremenda inquietud que vá por dentro
campamento, lleno de ignorancia
a las ordenes de un simple sargento
pálida es la luz, que la verdad alumbra
en lo mas oscuro, rincón de lo secreto
esperando el alba, está la ternura
simple e hingeníosa criatura, que bebe
el agua del pozo, de imborrables momentos
subo despacio hasta la cumbre y veo
el fuego del suelo, que es neblina
llora el aguijón en la carne taládrada
guardando en su interior la cálida espina
llevo las manos del todo infectadas
me curo, con desinfectante de orina
el termómetro marca, el calor del alma
de una tierna criatura, que nace con
la jubilación anticipada, eso si con dolores
y angustias enjauladas, de pájaros volantones
de terciopelo negro, se viste la campana
que no ha de tocar, en sus renglones
al nacer, ya firmamos, la póliza de la vejéz
y empieza la marcha atrás del cronómetro
de la vida, y el maratón hay que correr...
Bebe, que la muerte convida...