No podría vivir sin una diaria esperanza.
No podría existir sin el aliciente
de que ha de llegar el día
en que tu corazón ha de sentir
lo que yo siento por ti.
Una vez me dijiste que yo vivía enamorado.
Te respondí que amar no es un delito,
sino una bendición de la vida.
¿Por qué he de vivir con amargura
y tristeza en el alma...
si puedo vivir feliz amando?
No todos los amores son correspondidos.
El amar es sufrir un poco.
Pero siempre está en mí
la llama de la esperanza,
ésa, que siento día a día.
Porque tú eres parte de mi vida.
Aunque en más de una oportunidad
me haz rechazado, nunca me ha importado.
Porque al ser un hombre de fe,
creo tanto en el amor como en Dios.
He conversado imaginariamente con Él,
y con su voz siempre audible en mí,
me ha dicho que no pierda las esperanzas
de que ha de llegar el día en que tú me amarás
tal cual como te amo yo.
Soy un hombre paciente.
Soy como soy. Tú me conoces.
Y cuánto me conoces...
Pero no quieres ceder totalmente.
No tiene demasiada importancia.
Todo llega en la vida.
Lo malo, hay que aceptarlo.
Lo bueno, si no es íntegro, total...
ha de llegar.
Las penas y las lágrimas, a un lado.
Los tormentos del pasado
ya han dejado de existir.
Nada queda de ellos.
¿Sabes por qué?
Porque te amo con la misma pasión
que hay dentro de mí,
exactamente en el momento en que te conocí.
Aunque ahora en la realidad,
esté alejada y ausente...
por el tiempo que tú decidas.
Hoy en día hay tantos motivos
por preocuparse, amargarse, llorar...
Pero en mi pasado y sufrido corazón...
existe una permanente luz de esperanza.
La de que en muy breve tiempo me ames,
como yo te amo a ti.
¿ Y si así no fuese?
No importa... seguiré amándote.
No he de imponer tu amor hacia mí.
Tú sola lo sentirás.
Si así no fuese... cerraré mis ojos,
y percibiré, junto a mi piel, la tuya.
Así, he de sentirme feliz, por siempre.
Hasta que exhale mi último suspiro de vida...
Autor: Hugo Emilio Ocanto
03/07/2017
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